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 Noticias | Versión ampliada
Trigo | 02/05/2011
La paradoja del trigo
Mientras crece en el exterior la demanda mundial, aquí persisten las dudas por la intervención del Gobierno .

Con un mercado internacional en alza y a sólo un mes del inicio de su siembra, el trigo argentino enfrenta una de las mayores incertidumbres en la historia. Es que, en medio de la bonanza internacional, nadie sabe si por fruto de los incentivos externos la superficie del trigo superará las 4,35 millones de hectáreas de la campaña pasada, o si el cultivo experimentará una caída, debido al desaliento que provoca la prolongada intervención oficial en el mercado, que ya les birló US$ 4608 millones de ganancias a los productores. "Estamos en el peor escenario posible, porque las exportadoras están ausentes de la oferta porque ya se agotaron los Registros de Operaciones de Exportación (ROE) y los molinos no tienen fondos para comprar por el atraso en el pago de las compensaciones. Mientras en el mundo se pelean por el trigo, acá el productor no puede sacárselo de encima ni regalándolo", dijo Javier Buján, presidente de la Cámara Arbitral de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.

"Hoy no hay a quien venderle el trigo, porque la exportación ya dejó de comprar y los molinos están desfinanciados. Los pocos que compran, lo hacen con descuentos muy grandes, y con cuentagotas", acotó Alfredo Rodes, director ejecutivo de la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y la Pampa (Carbap).

Los números de la intervención, que arrancó en 2006, hablan por sí solos de la situación que enfrenta el trigo. De acuerdo con cálculos de Rodes, actualmente el productor argentino pierde en promedio 82 dólares por tonelada de cereal, y de cada hectárea producida, 274 dólares se van para retenciones (23%) y 321 dólares (27%) se pierden por la distorsión de mercado que provoca la intervención.

Esto significa que el productor de trigo argentino, con un rendimiento de 3500 kilos por hectárea, crea una riqueza de 1190 dólares por cada hectárea de cereal, pero se lleva apenas 129 dólares de esto, es decir, sólo el 11% de lo generado.

Por otro lado, un estudio de Raúl Dente, de la Federación de Acopiadores, señala que desde el inicio de la intervención los productores perdieron 4608 millones de dólares, un monto que supera el valor del trigo destinado al mercado interno en ese período. "Si en vez de intervenir el mercado, hubiéramos usado esa plata para darle al consumo interno el trigo gratis, todavía nos habría sobrado plata", explicó Dente.

La consecuencia de esto es más que obvia para los expertos: se siembra mucho menos trigo de lo que se podría cultivar. "Si la cadena del trigo recibiera señales adecuadas, llegaríamos muy fácilmente a los 10 millones de hectáreas sembradas, más del doble del promedio hecho en los últimos años. Pero para eso necesitamos que la producción, la exportación y los molinos puedan trabajar libremente y tener rentabilidad", explicó David Hughes, presidente de Argentrigo.

"Mientras no haya competencia por el trigo, no va a haber incentivo a la producción. Si todos saben que tienen la mercadería cuando quieren y no tienen que pelear por ella, no hay competencia y los precios caen. La gran inconsistencia de este gobierno es pretender que los compradores paguen precios como si la competencia existiera, cuando no la hay", señaló Raúl Dente.

Según Rodes, el gran peligro de que la intervención continúe es que en el trigo se reproduzca la situación que hoy vive la carne, con los frigoríficos fundidos y sin poder convalidar los precios que origina la escasez de hacienda.

"No hace falta llegar al extremo de que no se siembre nada de trigo para que haya una crisis. Sólo con que se produzca una situación de escasez que haga que los compradores convaliden cualquier suba y los precios se disparen, ya podríamos tener graves problemas. Eso es exactamente lo que pasó con la carne, que con la caída del stock del 22% sufrió enormes subas", destacó Rodes.

Para Hughes, el quid de la cuestión está en qué objetivo tiene el país. "Si la meta es producir para comer, si seguimos con estos niveles podemos sobrevivir. Pero la pregunta es si queremos generar más riqueza y más puestos de trabajo a partir de la producción, porque si queremos hacerlo, necesitamos producir mucho más, y eso no se puede hacer sin libre mercado", destacó el dirigente.

La salida del laberinto

En este contexto, la pregunta obligada es cómo se puede salir de un sistema que, si bien al principio favoreció a dos eslabones (molinería y exportación), hoy está en crisis para todos los eslabones de la cadena.

"Todos los actores del trigo estamos preocupados. Los productores, por la plata que pierden desde 2006. Los exportadores, porque dicen que con libre competencia podría trabajar mucho mejor, y los molinos, que están desfinanciados porque no cobran las compensaciones, pero tienen pisado el precio de la harina, así que pierden plata. Tal vez sea éste el momento de buscar una salida en conjunto para regularizar la comercialización y volver a la transparencia del mercado", destacaron desde la Federación de Acopiadores, que en la Jornada A Todo Trigo 2011, que se realizará la semana próxima, buscará consensuar una suerte de acuerdo entre los actores de la cadena para generar una propuesta al Gobierno que propicie la normalización del mercado.

Para Buján, el primer paso por dar es la eliminación del ROE verde, que significa la liberación de las exportaciones. "El Gobierno puede tener el mercado abierto y reservarse la facultad de cerrar las exportaciones cuando peligre el abastecimiento interno. Pero es necesario que el mercado esté libre para que los productores reciban el precio que corresponde y se incentive una mayor producción", dijo el presidente de la Cámara Arbitral de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.

De todos modos, Buján no cree que vaya a haber una regularización del mercado en el corto plazo. "Veo mucha pasividad de parte de muchos actores de la producción. Más allá de que hay buenos valores en el mercado, el robo sigue igual", dijo Buján.

Otra de las medidas para tener en cuenta para cortar el círculo vicioso de la intervención sería, de acuerdo con fuentes del sector molinero, liberar el precio de la bolsa de harina, que hoy está pisado por el Gobierno y obliga a muchos a trabajar a pérdida (de lo que se informa por separado).

Finalmente, Dente y Hughes coincidieron en que parte fundamental de la salida del sistema de intervención es cambiar el mecanismo de control del precio del trigo para mantener el pan barato por un sistema que subsidie el consumo de las clases bajas. "Los EE.UU., con el sistema de Food Stamps, lo hacen en forma muy eficiente. De esa manera dejaríamos de subsidiar las medialunas de los ricos para tener una solución focalizada en los que menos tienen", dijeron

Mercedes Colombres

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